Las luces se encendían y apagaban. Bailaban al son
de algún que otro bip!, sincronizado. Los instrumentos indicaban que estaba
todo ok. Cosa que me relajaba y a la par me aburría someramente. Un poco de
acción en todos estos años no me vendría mal.
Pero ser el guardián de esta gran nave vivero era una
gran responsabilidad. Cuando me hice cargo de ella fue hace ya 20? 25 años?, ya
ni lo recuerdo. Solo sé que se me despertó de la máquina de criogénesis para
hacerme cargo del vivero. Eso significaba que estábamos ya en el tramo final
del viaje. Llegando al destino. Poco a poco se iban iluminando más y más luces
que llevaban años apagadas. La computadora de a bordo tenía ya programadas
todas las acciones, yo solo debía vigilar cualquier contratiempo. Me fui a
correr un poco por la nave, rutina que necesitaba para mantenerme en forma,
tanto mental como físicamente. Los ordenadores y distintos robots se encargaban
del mantenimiento de las
secciones. Aquello era toda un arca de la vida. El
planeta al cual íbamos era ya la segunda vez que se repoblaba. Pero esta vez
iba a ser todo distinto, eso dijeron los sabios, aunque yo albergaba mis dudas.
La vez anterior se dio el poder de la inteligencia a una de las especies que
llevábamos, pero algo salió mal ya que tomaron la iniciativa por sí mismos. Su
trabajo original era evolucionar y ser sabios. Pero ellos se volvieron contra
su creador. Se les dieron las pautas a seguir para una correcta evolución, pero
todo lo distorsionaban. Estaban programados para crear religiones, pero no para
matar por ellas y en nombre de ellas; nosotros no queríamos eso. No queríamos
los mismos errores que tuvimos nosotros hace millones de años. Fueron capaces
de destruir su propio planeta. Ahora después varios millones de años después de
su autodestrucción, los sabios deciden dar otra oportunidad a ese planeta. Y no
entiendo el porqué.
Las alarmas sonaron y el robot de transporte me
localizó para que acudiese al puesto de mando. Una vez allí comprendí que el
viaje había terminado. La larga espera y las distintas generaciones de
“guardianes de la vida”(como nos hacían llamarnos) encargados de vigilarlo todo
llegaban a su fin. Introduje las últimas órdenes aprendidas hace años. Los
distintos módulos de la nave empezaban a vibrar, La gran esfera se dividía en secciones,
cada una de ellas programadas para descender en un punto concreto del planeta.
Todas ellas programadas para autodestruirse en el momento que estuviesen vacías. Menos mi
modulo de vida, el cual yo podía programar para destruirse cuando no detectase
mi señal de vida, y cuando estuviese todo situado se posaría también en el
planeta.
Me aseguré que los módulos habían realizado su
objetivo satisfactoriamente. Todos los robots habían esparcido, plantado y
puesto los animales criogenizados en todas las zonas, ahora debían reproducirse
y evolucionar. Se habían tratado las plantas con evolucionadores rápidos, era
cuestión de unas horas que alcanzasen la madurez y ya entonces fuesen
evolucionando y creciendo.
Y yo me senté contemplé aquel planeta, azul
intenso con matices verdes, aquel bello planeta y comprendí el porqué se le daba la segunda
oportunidad. En nuestros archivos era el Kj393932-1 y que alguien vulgarmente
lo llamó “Era” o “Tierra”. Ahora se llamará “Tierra 2.0”. Esperemos que en esta
ocasión las órdenes integradas en el código genético de la raza animal “hombre”
funcionen ya que no tendrán otra oportunidad. Yo por mi parte esperaré unos
años antes de bajar a finalizar mis días en el planeta con la satisfacción de
la misión cumplida.
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