Encontré
un tronco caído y decidí sentarme en él. No sin antes asegurarme que podía
hacerlo. Fue entonces cuando note el
cansancio, cerré por un momento los ojos y me deje llevar por los sonidos del
entorno que me rodeaba, al principio no me centraba en ningún sonido en
concreto todo era un conjunto de ruidos que poco a poco se fueron transformando
en dulce música para mis oídos. El trinar de los pájaros, el susurrante ruido
de las hojas de los árboles mecidas por la suave brisa. Brisa que acariciaba mi
cara. Era raro, pero tenía la sensación que todo los sonidos que llegaban a mi seguían
un patrón, una melodía, que nada era al azar. Incluso la cantinela constante
del rio, que fluía a pocos metros del camino.
La verdad que la sensación que tenía era de paz. Esa paz que deseaba y
nunca encontraba; estaba feliz por sentirme así, por primera vez me sentía
relajado, tranquilo, lleno de esperanza, y muy feliz. Me olvidé por completo
del móvil, del reloj, de toda la tecnología, solo quería beber de esa paz, quería
emborracharme de ella y lo estaba consiguiendo.
Abrí
por un instante los ojos, no era cuestión de quedarme horas perdido en mis
pensamientos, y fue cuando me percaté que no estaba solo en el árbol sentado.
Mi
acompañante era una chica con melena rubia larga, ojos verdes intensos, piel
muy clara y sonrosada en los pómulos de su cara que hacía que pareciese más
joven de lo que era. Se encontraba vestida con una túnica blanca y sobre ella a
modo de capas distintas o no sabría describirlo bien una especie de capa de
seda que según le daba la luz cambiaba de tonalidad. Todo adornado con un
collar de flores. Me di cuenta que las flores también se repartían por la capa.
Era muy extraño pero al verla no me sorprendí, ni me asusté. Parecía tener luz
propia, irradiaba ternura, amor, y sobre todo era una belleza algo mágica. La verdad es que no sabía que decirle ella
solo me miraba con una sonrisa en la cara. Yo seguía mirándola atontado y embelesado por su belleza,
atrapado sin ganas de moverme. Era como si necesitase mirarle constantemente.
Al final se rompió el silencio que sin yo darme cuenta se había producido,
volví a escuchar los pájaros, el viento, las hojas, el rio. Y su voz dulce y
armoniosa que te atrapaba y envolvía.
-Hola, veo que te ha encantado
este bosque. - su dulce voz me atravesaba como la cálida brisa de verano. Lo extraño
era que no conseguía ver si movía los labios al hablar, pero mi mente
descartaba ese hecho como algo anormal, y se dejaba mecer por las notas armónicas
de su voz en mi.
- Ho..hola - conseguí articular -
…ssss..si es muy bello el lugar, se respira paz. - observe como ella miraba al
frente y yo hice lo mismo. Fue como si me quitasen un peso muy grande de encima
y me liberasen de unas pesadas cadenas. Mi cuerpo se sentía liviano y pleno de energía.
- Te gusta ese montículo que ves?
y esa gran roca? - No me había fijado
hasta entonces que justo delante de mi había una especie de promontorio, lleno
de flores y una gran roca que parecía como si estuviera abrazando la elevación
llena de hermosas flores.
- Si es bello - solo pude pronunciar
esas breves palabras. Me sentía ridículo ya que no se me ocurría que más decir.
-Te contaré un secreto ….-
levantó su mano que poso sobre la mía. Yo no vi el movimiento, pero si sentí el
calor de su mano sobre la mía, suave. En ese instante del roce de su mano
contra la mía, me sacudió por todo el cuerpo un escalofrío, seguido de una
sensación de viento enorme sobre mi cara. Todo me daba vueltas, no era capaz de
moverme pero hay estaban sus palabras resonado en mi mente, una y otra vez. -
.. no tengas miedo … déjate llevar - no pude resistirme a esa dulce voz. Estaba
vencido. Si ese tenía que ser mi final, sería un final lleno de sensación de
felicidad y paz. - …tranquilo no es tu final …- su voz era un susurro en mi
mente.
…
En
el bosque habitaban muchos seres fantásticos, cada cual bueno a su manera,
alguno travieso como los trastolillos que no paraban de hacer gamberradas y
gastar bromas, su máxima era el buen humor y la constante diversión. Estaban las
Anjanas, bellas damas del bosque y su cuidadora. Siempre ayudando a todos, le
daba igual que fuesen humanos, o animales, si alguien tenía algún problema ella
encontraba la manera mágica de ayudarles. Rubias, esbeltas y gráciles. Por otro
lado nos encontramos con los Ojancanos, grandes y poderosos. Se dice que la
fuerza que poseen es la equivalente a un Gran oso pardo. Cubiertos en su
totalidad por una gran, larga y espesa cabellera y con un solo ojo. Les gustaba
imponer su autoridad. Les daba igual que fuesen hombres que animales, todos les
servían para comer. Pero hasta entre los más fieros siempre hay un alma pura
sin maldad atrapada en un cuerpo que no le corresponde. El caso es que andaban
tres Ojancanos por el bosque en busca de su siguiente víctima. Los animales al oírlos
huían y procuraban no ponerse en su camino ya que sabían que eso sería lo
último que hiciesen.
Eran
hermanos de la misma camada o hijos de la misma sabia, ya que no se saben si
son animales u hombres. Grandes y poderosos caminaban por el bosque, en busca
de alguna victima grande, como alguna Anjana o algún Hada del bosque, les daba
igual, ese día querían llevar una buena presa a su cueva. Dos de ellos se
habían conformado con sendos osos que habían por desgracia sucumbido en la
lucha contra ellos, y el tercero todavía no había conseguido nada. Se separó
del grupo para poder cazar más tranquilo,
y fue cuando la vio.
Encontró su próxima presa. La
observó y se quedó embelesado ante tanta belleza. Como trataba a los animales y
les tranquilizaba. Ellos le habían ya alertado de la presencia del Bestial ser,
aunque a decir verdad, el mismo se había delatado por el hedor que desprendía.
Al escuchar el ruido que producían
sus hermanos acercarse, salió de su
ensimismamiento y salió al encuentro de sus hermanos con un conejo muerto que encontró por el
camino. Así evitó que ellos descubriesen donde estaba la Anjana. Nunca había
hecho daño a otros animales, se conformaba con los restos que dejaban sus
hermanos y con animales viejos que encontraba muertos por el bosque, aunque
había descubierto que las frutas de los árboles sabían mejor que la carne cruda
y/o putrefacta que a sus hermanos les
encantaba.
Ellos se rieron de el al ver el
tamaño de la presa. Para ellos el era un ser inferior, raro y que debiera ser
eliminado. Pero la jefa del clan que era su progenitora no les dejaba.
Pasaron los días y el Ojancano a
escondidas se acercaba al lugar donde vio por primera vez a ese ser de luz. Y a
escondidas al principio y luego sin tanto disimulo la seguia observando de
lejos. No se atrevía a salir al claro, tenía miedo de espantar a tan bello ser.
Un día se preocupó ya que ella no
estaba donde siempre y se sobresaltó cuando la vió que estaba a su lado y el no
se había percatado de ello. Comenzó
entonces una buena amistad, ella le enseñaba a cuidar a los animales, que al
principio tenían pánico de acercarse a él. Pasaron varias estaciones y el ya no
se ocultaba. Su corazón palpitaba con fuerza
cada vez que se encontraba con ella y se le encogía cada vez que se
encontraba con sus hermanos y
progenitora.
Hasta un buen día que estaba con ella y vio aparecer a sus
hermanos en el claro del bosque, entre bramidos y gritos. Al verle con la
Anjana se quedaron un poco perplejos. Pero eso solo duró unos segundos, se
centraron en la Anjana y la atacaron. El Ojancano al ver que sus hermanos más
fuertes que él, atacaban no se amilanó y
se les enfrentó con una fuerza inusitada para su envergadura, consiguió ahuyentarlos,
no sin antes quedar herido y tocado. Los dos hermanos salieron huyendo, pero
eso tan solo era una retirada momentánea. Llegaron a su cueva y allí al ver su
progenitora como estaban de magullados, les instó para que le llevasen hasta el
ser donde Ellos habían sido rechazados con tan inusitada violencia. Nadie podía
con un Ojancano. Hay que decir que a diferencia del macho del Ojáncano la
Ojancana era más menudita que ellos y Tenía dos grandes senos que debían echarlos
a la espalda para no pisarselos. Aún menudita
la fuerza que tenían era muy temible.
Marcharon hasta el lugar donde la
Anjana estaba curando las heridas del Ojancano más pequeño, su amigo. Esto enervó a la progenitora de ellos que con
un grito que parecía salido de las entrañas de la tierra, lanzó una piedra que
acertó de pleno a la Anjana. Tirada esta en el suelo desvanecida por el golpe. El
Ojancano pequeño, su amigo a pesar de sus heridas y de la debilidad que era
creciente por el cansancio. Se interpuso entre su progenitora y sus hermanos.
Estos cegados por la rabia, ya que uno
de su manada se congraciase con un suculento manjar y a la postre enemigo, le
atacaron, no les fue fácil derribarlo. La sangre manaba por cada una de sus
heridas ahora con más intensidad. Se levantó de nuevo y se volvió otra vez
contra ellos. Ya no reconocía la autoridad de aquella que una vez lo engendró.
Sacando fuerzas de flaqueza, ya cuando creía que estaba todo perdido, se dio cuenta
que cada vez mas y más animales se acercaban y rodeaban al ojancano. Había
Ciervos con sus grandes cornamentas, Osos pardos, entre Lobos y demás animales
del Bosque. Todos a una se Lanzaron contra los Tres atacantes de su amigo y su
cuidadora. La lucha fue encarnizada, pero al final al ver los Ojancanos que no
iban a poder ganar esta lucha, salieron corriendo huyendo, tropezándose unos
con otros, la Ojancana pisándose uno de sus pechos constantemente. Los animales
consiguieron que huyesen hasta los limites del bosque y allí les vieron
perderse. Y tan pronto como se habían unido los animales, todos volvieron a
desaparecer.
En la zona quedaban algunos
animales heridos que desaparecían por el bosque y el Ojancano que por las
heridas infringidas y la terrible lucha estaba muy débil. Se acercó tambaleándose
hasta la Anjana que también estaba muy débil. Se sentó a su lado y la
arropó. Notando como su energia
disminuia. El no sabia que hacer, y solo se le ocurrió abrazarla con fuerza y
ella con su último halo de energia le correspondió con el abrazo . Después todo
fue una luz muy fuerte. Y cuando se desvaneció la luz, solo quedaban un montículo
de tierra con las formas de una silueta de mujer y una gran roca abrazándola.
En el montículo crecían todo el año las flores más hermosas del lugar, y daba
igual que fuese invierno, primavera, verano u otoño, siempre había flores. Todo
animal herido del bosque seguían acudiendo al sitio donde sus amigos lucharon
para defender el bosque de los Ojancanos y curaban mágicamente sus heridas. …
- …te he contado la historia para
que sepas que este sitio no puede desaparecer. Y que nunca deberás hablar a
nadie de donde está..- con estas últimas palabras desperté sobresaltado, dándome
cuenta de manera inmediata que ya no estaba en el lugar donde había estado
sentado, con esa bella mujer. Estaba tumbado en un claro del bosque. Cerca de
la entrada del camino. Pensé que había
sido todo un sueño, que me había quedado allí dormido. Todavía no se había ni
ocultado el sol, pensé que habrían pasado horas, pero no, solo habían
transcurrido unos minutos. Volví hacia mi coche, como si fuese un autómata. Ya
en el casa durmiendo tenía flashes en mi mente sobre la historia y no recordaba
donde estaba el sitio, ni como llegué. Solo recordaba lo que en estas líneas os
cuento. Y así se lo transmití a mis hijos en su momento, para que lo
transmitiese a los hijos de mis hijos y estos a su vez siguiesen transmitiendo
la historia como siempre se había hecho, de generación en generación.
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